martes, 14 de agosto de 2012

Argumento de autoridad y corriente de conciencia

«LOS obreros comían en los hoteles, restaurantes y cafés, negándose a pagar la cuenta y amenazando a los dueños cuando aquellos manifestaban su intención de reclamar la ayuda de la policía. Las mujeres de los trabajadores hacían sus compras en los ultramarinos sin pagarlas, por la buena razón de que las acompañaba un tiarrón que exhibía un elocuente revólver. Además, incluso en pleno día y hasta en el centro de la ciudad, los pequeños comercios eran saqueados». Así describe en «La revolución española vista por una republicana» la situación en Madrid en primavera de 1936 la diputada Clara Campoamor.

Así comienza Hermann Tertsch un artículo suyo publicado en el diario ABC el pasado 10 de agosto.

La cita es correcta. El amable lector puede leer estas palabras en la página 45 de esta edición , realizada en 2007 con la ayuda de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía.

No se puede decir que nuestro subrayado, las palabras de Hermann Tertsch, sean incorrectas o falsas, pero sí cabría decir que son inexactas ya que las de Clara Campoamor no están dedicacas a la idea general de describir la situación en Madrid en primavera del 1936, sino a responder a una pregunta muy concreta que ella misma formula en el propio texto, a saber:

¿Cómo lograron soportar los obreros de la capital de la República las consecuencias de esa huelga interminable?

Se refiere a la huelga de los trabajadores de la construcción, que se inició el día 1 de junio de 1936 y que no terminó del todo todavía cuando los militares se sublevaron el 17 de julio. Sobre este hecho Clara Campoamor narra su visión, sus recuerdos. Cualquiera de nosotros, de los que vivimos ahora, podríamos, si quisiéramos y pudiéramos (si sentimos la inquietud -querer- y si estamos dispuestos a aceptar lo que ocurrió sin prejuicios -poder-), conocer los hechos a los que se refiere la rememoración de Clara Campoamor y sus causas. El que sí pudiera y quisiera podría comenzar por leer este trabajo, por ejemplo.

Hermann Tertsch se refiere a estas palabras de Clara Campoamor diciendo:

Lo escribe un año después, ya en el exilio, cuando ya conoce las consecuencias terribles de la dejación total del Gobierno de la República en su deber de cumplir y hacer cumplir las leyes.

Estas ya son sus propias palabras, las de Hermann Tertsch. Aquel que hubiera querido y podido conocer la Historia sabría que estas palabras pertenecen a la categoría de lo equivocado, lo falso, lo mentiroso, o cualquier categoría que referida a aquello que no es verdad. Hoy quien quiere y puede sabe que el Gobierno de la República hizo cuanto pudo por cumplir y hacer cumplir las leyes, pero las enormes dificultades con las que tuvo que lidiar mermaron su actuación. De estas dificultades la mayor no fue precisamente la de la huelga de la construcción a la que se refiera Clara Campoamor, sino el golpe de estado de los generales Sanjurjo, Mola, Queipo de Llano, Cabanellas y Franco, que daría lugar a la Guerra Civil.

Nuestro subrayado señala las palabras sobre las que gravita la falsedad en la que incurre Hermann Tertsch, quién sabe si conscientemente o no, por un lapsus cálami o por amnesia selectiva. Conociendo la Historia es imposible acusar a los gobiernos de Casares Quiroga, Martínez Barrio y Giral (los de la República en junio, julio y agosto del 36), de dejación, siempre y cuando se sea intelectualmente honesto, es decir: siempre que se acepten los hechos que fueron pese a que se prefiera que hubiesen sido de otra manera.

Dejando a un lado estas obviedades, esta cita de Hermann Tertsch nos ayuda a comprender cuánto se puede parecer lo falso a lo verdadero en un enunciado verbal. Así pues, nosotros podemos permutar las palabras sobre las que gravita la falsedad del enunciado (la dejación total) por otras que convierta el enunciado en verdadero, por ejemplo:

Lo escribe un año después, ya en el exilio, cuando ya conoce las consecuencias terribles de los infructuosos intentos del Gobierno de la República en su deber de cumplir y hacer cumplir las leyes.

Esta simple permutación tiene relevantes consecuencias para el sentido, no sólo del enunciado, sino de todo lo que precede. Véase esto en el comienzo del artículo. Hermann Tertsch intenta hacer pasar la cita de Clara Campoamor por una descripción de la situación en Madrid en primavera de 1936, cuando en realidad es la respuesta a una pregunta que ella misma ha formulado sobre un aspecto de la huelga de la construcción, iniciada el 1 de junio de ese año. Algo mucho más concreto. Además, Tertsch yerra levemente el marco temporal (se deja llevar por palabras Clara Campoamor no citadas) y sitúa los hechos en primavera cuando en realidad se prolongan hasta el verano, llegando a coincidir con el comienzo de la Guerra Civil. Esta inexactitud generalizadora sería irrelevante si no fuese por la falsedad determinada por el sintagma la dejación total en el enunciado citado.

Aquella inexactitud y esta falsedad tienen un efecto acumulativo y sesgan la realidad histórica. En este artículo se destaca que Clara Campoamor describe la situación en Madrid en primavera del 1936 y un año después ya conoce las consecuencias terribles de la dejación total del Gobierno de la República en su deber de cumplir y hacer cumplir las leyes. Hermann Tertsch no menciona qué consecuencias son estas, y esto hace que el lector suponga cuáles han sido. Pero, como ha quedado sentado, el enunciado (la premisa) es falso (dejación total), y cualquier conclusión basada en premisas falsas será irremediablemente falsa.

Junto a esto, es elocuentemente reveladora la ausencia en todo el artículo de mención alguna al golpe de estado de julio de 1936 o a la Guerra Civil. Suponer que estas fueron las consecuencias terribles de la dejación total del Gobierno de la República es algo tentador para el que tiene una idea demasiado general de los hechos históricos relacionados, e irremediable para el que no cuenta con mucha más información que la que facilita el artículo. Añádase a esto un estímulo adecuado y esta versión sesgada de los hechos de 1936 acabará siendo asimilada de manera acrítica, irreflexiva e irracional.

Este estímulo lo va a introducir Hermann Tertsch inmediatamente.
Hasta aquí hemos analizado la parte erudita de este artículo, cuyos elementos presentan una elaboración directamente contratable con la realidad histórica y objetivable. Hemos dedicado cierta extensión a una cantidad de texto tan exigua por la complejidad de las implicaciones entre lo explícito y lo implícito.

Directamente a continuación de la cita anterior, Hermann Tertsch escribe:

La tragedia española, insensatamente idealizada por el anterior presidente del Gobierno, consigue de nuevo inspirar de la peor manera posible a algunos. La culpa máxima de ese «revival» de lo peor la tiene, sin duda, Zapatero.

Este quiebro temático, del presente al pasado, de 1936 a 2012, de los gobiernos de Casares Quiroga, Martínez Barrio y Giral, al de Rodríguez Zapatero, pivota en el sintagma la tragedia española, dando a entender que esa tragedia es algo que tienen en común los gobiernos de la República y el de Rodríguez Zapatero. La clave para identificar este elemento común nos la da Hermann Tertsch unas líneas más adelante, cuando dice:

El grotesco espectáculo dado por el alcalde paleocomunista de Marinaleda va en este sentido.

Se refiere al "asalto" de supermercados por el alcalde de Marinaleda, el Sr. Sánchez Gordillo (el entrecomillado de la palabra asalto es necesario porque los hechos que se le imputan al Sr. Sánchez Gordillo no se corresponden con el significado de esta palabra da el Diccionario de la Real Academia Española. El mismo Tertsch no la emplea y prefiere designarlos con la expresión grotesco espectáculo sin aclarar qué tienen estos hechos de "espectáculo" ni "grotesco" ¿Se trata de una metáfora?).

De modo que la tragedia española, que según Hermann Tertsch une al Gobierno de la República y al de Zapatero entre 2004 y 2011, se desglosaría de la siguiente manera: por una parte las consecuencias terribles de la dejación total del Gobierno de la República, a saber: el golpe de estado del 36 y la Guerra Civil (elementos implícitos en el artículo de Hermann Tertsch). Por otra parte (permítaseme parafrasear al autor del artículo) , el grotesco espectáculo dado por el alcalde paleocomunista de Marinaleda, inspirado por la tragedia española, insensatamente idealizada por el anterior presidente del Gobierno.

Pero tal vez convenga traspasar los marcos textuales y colocarnos en un marco conceptual correlativo para sugerir otra interpretación del texto de Tertsch. Esta sería que el golpe de estado del 36 y la Guerra Civil es al Gobierno de la República lo que el alcalde de Marinaleda es al de Rodríguez Zapatero. Sin embargo, esto contradice la realidad histórica: el partido de Rodríguez Zapatero perdió unas elecciones democráticas y el Gobierno de la República fue derrotado en una Guerra Civil originada por un golpe de estado.

Además, si consideramos los hechos en su estricta temporalidad, tal vez debiéramos cambiar el lugar que ocupa en este análisis el ex-presidente Rodríguez Zapatero por el presidente Rajoy Brey. ¿Sugiere Tertsch acaso la posibilidad de que el gobierno de Rajoy Brey sea depuesto tras un golpe de estado encabezado por Sánchez Gordillo inspirado por Zapatero?

Es imposible precisarlo. La precisión manipulativa del comienzo del artículo deja paso a un continuo fluir de febriles temas enhebrados de cualquier manera. Es como si la pluma que escribe estuviese guiada por una mente sobria al principio y, súbitamente, se viera presa de un frenesí creativo caótico con la sola evocación del ex-presidente Rodríguez Zapatero.

El lector, en esta parte, acaso haya olvidado a Clara Campoamor y al Gobierno de la República, e ignore que la Guerra Civil fue provocada por el golpe de estado de los generales Sanjurjo, Mola, Queipo de Llano, Cabanellas y Franco.

Tal vez Hermann Tertsch también lo haya olvidado. 

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